Ambientada en la década de los setenta, esta alocada comedia coral de trasfondo metacinematográfico narra la historia de Kim, un cineasta que ansía volver a rodar el final de su película recién terminada. Para ello tendrá que recuperar el control de su caótico plantel de actores y productores, al mismo tiempo que lucha contra las interferencias de los censores.
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La película coreana se presenta como una “metafarsa cinematográfica frenética y poco convincente”. Realmente el mismo guion se pierde en la oda y alabanza que le procesa al séptimo arte.

Las interpretaciones bailan entre la estridencia y la alocada representación que nos acostumbran los cineastas asiáticos cuando se dedican al humor, con sus excesos.

La estética no deja una impresión duradera, no llama en exceso para que sea un recuerdo recurrente.

Pero no por ello nos presentamos ante un film esperpéntico y loco, ni mucho menos. Un film inteligente que recurre al metacine, con su particular oda a los diferentes agentes que componen las diferentes partes, secciones y procesos de las que se compone este complejo mundo artístico.

“Tela de araña” es una oda cariñosa al mundo del cine, a la que no se le ha de mirar las costuras, y disfrutar y reír con la loca trama y los personajes tan cabezotas de la película.