“Reino Animal” ha logrado cautivar de principio a fin a la gran mayoría de público. El film francés, dirigido por Thomas Cailley, nos muestra un concepto innovador de mutaciones que ofrece una nueva perspectiva, fresca y fascinante sobre el género de ciencia ficción, realizando una nueva vuelta de tuerca al mundo de los mutantes, donde una vez más, aparecen como amenazas y no como víctimas en una sociedad que en vez de entenderles, les condena a la muerte.
Impresiona ver reflejada la mezquindad humana ante lo desconocido y cómo se actúa por miedo y necesitar controlar el entorno que les rodea, aunque eso sea destruir y matar todo lo que les rodea. Las personas no infectadas viven en un constante estado de ansiedad, reflejando una realidad muy humana frente a lo que no comprenden ni pueden controlar. Esta preocupación está muy bien desarrollada y mantiene al espectador en vilo durante toda la proyección.
Las actuaciones son tan convincentes que se meten al público en el bolsillo. Romain Duris, un gran de de la actuación, interpreta a François, el padre sufridor que lucha contra la enfermedad de su mujer, y muy pronto, la de su hijo, con lo que todo conlleva. Y por otro lado la actuación del hijo, Paul Kircher, como Émile, su interpretación de un joven que vive con la incertidumbre de una madre ausente, un padre preocupado por ella, dejándole bastante a su libre albedrío mientras empieza la mutación al verse infectado. Pues toda esta combinación de sentimientos los sabe trasladar muy bien a los espectadores y nos hace empatizar con el nuevo reino animal.
Los efectos especiales, que están muy bien conseguidos. Las mutaciones y transformaciones se ven reales, lo que contribuye a la inmersión total en este universo distópico. La calidad visual es impresionante y complementa de una forma muy orgánica la narrativa.