En los años 70, en Guncheon (un pueblecito coreano cerca del mar), había buceadoras que podían zambullirse sin equipo. Dos de ellas vivían de recolectar marisco, pero todo cambió cuando la contaminación acabó con la pesca y ahora viven entregadas en cuerpo y alma al negocio del contrabando.
⭐️⭐️⭐️⭐️
La verdad, es que ha sido toda una sorpresa, ya que hablar del empoderamiento femenino en el cine asiático pues la verdad es que sorprende, pero que además esté basado en los 70, es aún más admirable, la verdad, presentando una historia fresca y original. La trama, bien trasladada a la pantalla, nos introduce en un mundo donde las mujeres juegan roles centrales y poderosos, algo que resulta inspirador y cautivador.
sorprende mucho el tipo de trabajo físico tan duro, comparándolo con la sofisticación actual, con las bombonas de agua, trajes, e incluso herramientas de trabajo, con la forma que tenían en el momento, tan rupestres, con una euqipación rudimentaria y a pulmón con los riesgos tan elevados que esta técnica comporta.
El director logra plasmar esta narrativa con una maestría notable, aunque la película adopta un matiz excesivamente mafioso que, en ocasiones, puede restarle autenticidad a la historia. Las interpretaciones son sólidas y convincentes, aunque en algunos momentos pueden parecer un poco sobreactuadas, lo que puede distraer ligeramente del impacto emocional que se busca transmitir.
La fotografía es muy bonita, colores vivos, claros, muy costeros, capturando la esencia de la época con colores y composiciones que deleitan la vista. La producción, asimismo, está muy bien lograda, con una atención al detalle que transporta al espectador a los vibrantes y tumultuosos años 70.
El tono irónico y la mala leche que desprende durante todo el rato la cinta, hace que el ritmo y la historia apenas decaiga.
Aunque a veces el enfoque mafioso y la sobreactuación pueden distraer pero no empañan la belleza visual y la fuerza de su mensaje hacen de esta película una experiencia digna de verse.