La vida pierde todo sentido para Nicolas con la pérdida de su novia Daniela. Un día es invitado a formar parte de un ensayo clínico que le permitirá controlar sus sueños y accede con la esperanza de recuperarse. Ahora Nicolás puede soñar con Daniela cada noche y reanudar su relación, más idílica que nunca. Aunque sea en sueños. Y corriendo el riesgo de perderse en ellos para siempre.
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Daniela Forever, el último proyecto de Nacho Vigalondo, prometía ser una experiencia emocionante, especialmente para los fans que seguimos la carrera del director desde sus éxitos anteriores. Conocido por su habilidad para mezclar géneros y ofrecer historias impredecibles. Sin embargo, su nueva película ha resultado ser una decepción para algunos de sus seguidores más fieles, y me incluyo entre ellos.
La premisa inicial parecía original por su trama aunque sea un Olvídate de Mí en toda regla: un hombre que intenta superar la muerte de su amada tomando unas pastillas que le permiten olvidarse de ella, en las que la pérdida puede ser borrada. En lugar de ser un proceso de olvido, el protagonista termina reviviendo una y otra vez momentos con la persona que ya no está, y creando nuevos, lo que en teoría debía funcionar como un relato conmovedor y profundo sobre el duelo y el dolor.
Sin embargo, me encontré con una película que, lamentablemente, se pierde en su propia complejidad. Las múltiples proyecciones de los errores y re configuraciones de las vidas de los personajes se entrecruzan de tal manera que resultan confusas. Lo que podría haber sido una brillante exploración de los multiversos emocionales termina sintiéndose fragmentado y caótico, haciendo que el espectador se pierda entre tantas capas narrativas que no logran conectarse de forma orgánica.
A pesar de esto, hay elementos técnicos de Daniela Forever que sí destacan, como la elección del color. Vigalondo utiliza composiciones y paletas vibrantes y matizadas para comunicar el estado emocional de cada personaje. Los colores vivos se usan para reflejar la intensidad de los recuerdos y los sentimientos del protagonista, mientras que los tonos más apagados y cálidos sugieren la melancolía y el vacío que la pérdida deja. A nivel visual, la película está bien cuidada, y logra transmitir de manera efectiva las diferentes emociones que cada proyección genera en el protagonista. Desafortunadamente, este recurso no es suficiente para sostener el peso narrativo de la película.
El mayor problema que tuve con Daniela Forever es la desconexión entre lo que parecía ser el tema central —la lucha por superar la muerte de un ser querido— y la forma en que se ejecuta a través de la ficción. La idea de usar pastillas para olvidar el dolor tiene potencial narrativo, pero la película elige un enfoque más enrevesado, en el que el protagonista no logra avanzar porque, paradójicamente, revive de forma constante los recuerdos que debería dejar atrás. Esta dicotomía podría haber sido una fuente de gran tensió, pero el desarrollo de los multiversos diluye ese conflicto, y en lugar de generar catarsis, confunde y aleja al espectador.
A pesar de mi amor por el cine de Vigalondo y mi admiración por su capacidad para sorprender y desafiar las expectativas, Daniela Forever no ha cumplido con lo que esperaba, que por otro lado, no sé qué esperaba del cineasta, pero quizás mis expectativas no eran esas.
Para mí, el relato se pierde entre los distintos universos, dejando de lado lo que podría haber sido una poderosa historia sobre la superación del duelo y la búsqueda de significado tras una pérdida devastadora.
Por supuesto, la interpretación de los protagonistas principales son arrebatadores y amortiguan la desilusión que sentí con la película, sobre todo con la interpretación de Henry Golding y Nathalie Poza, en cambio no entiendo el papel sobre actuado de Rubén Ochandiano.
Me da rabia, porque Vigalondo ya había trabajado y experimentado en los Cronocrímenes, con la alteración temporal, y por lo tanto sabía que es fácil perderse en los saltos temporales y más en la complejidad de esta historia.
Daniela Forever es un film que, aunque visualmente atractivo y con una premisa interesante, los multiversos narrativos y la complejidad estructural hacen que la película pierda el enfoque emocional, y el espectador puede terminar desconectado de la historia. Como fan de Vigalondo, deseaba que esta película me encantara, pero finalmente ha resultado ser un film que lo hubiera aprobado de un director que debuta si fuera su primera película.