En el panorama del cine contemporáneo, hay películas que logran desentrañar lo más oscuro del alma humana sin necesidad de recurrir a grandes efectos ni complejas tramas. “Steppenwolf” dirigida por el cineasta Adilkhan Yerzhanov, es una de esas raras joyas que, de no ser por el circuito de festivales, probablemente pasaría desapercibida.

⭐️⭐️⭐️⭐️⭐️

Lo que Yerzhanov entrega en esta obra es un thriller de gran impacto emocional, que nos lleva a los rincones más sombríos de la naturaleza humana.

Lo que diferencia a Steppenwolf no es tanto la historia que narra, sino cómo el director opta por contarla. La película gira en torno a la desaparición de un pequeño dando paso en su búsqueda a una red de secuestro infantil para el tráfico humano y la venta de órganos. Este horrendo trasfondo sirve de base para mostrar la desolación, la apatía y la crueldad que envuelven a sus personajes. Sin embargo, no es el shock por el contenido lo que queda en la mente del espectador, sino la forma en que los personajes transmiten una desgarradora indiferencia ante el horror, una impasibilidad que revela lo profundamente anestesiados que están ante la violencia y la muerte.

Yerzhanov captura un mundo en el que la vida ha perdido todo valor, los crímenes más atroces se suceden diariamente con una frialdad desgarradora. La sensación de insensibilidad moral es casi tangible. Los personajes han matado tanto, han visto tanto sufrimiento, que el acto de acabar con una vida no les provoca ya ninguna emoción.

La película va girando en torno a situaciones cada vez más horrorosas, recordándonos que este tipo de atrocidades, aunque extremas, podrían estar ocurriendo ahora mismo en cualquier parte del mundo, convirtiéndola en una experiencia incómoda, donde la ficción y la realidad se entrelazan perturbadoramente. El sistema de tráfico de niños para la venta de sus órganos no es un concepto lejano o abstracto, sino algo que podría estar ocurriendo en algún lugar del planeta en este preciso momento. Y es ese enfoque lo que hace que Steppenwolf sea tan visceralmente impactante.

Otro elemento destacado es la fotografía. Yerzhanov utiliza una paleta de colores áridos, con tonos terrosos que acentúan la soledad y la desesperación de los personajes. Cada plano está diseñado para subrayar la inmensidad vacía del mundo que habitan, un entorno que parece despojado de humanidad. Los paisajes, desolados y vastos, funcionan como una metáfora visual del vacío emocional de los protagonistas. Es una película que se vive tanto a nivel visual como emocional, donde la estética de la soledad refuerza la narrativa de la crueldad insensible.

Las actuaciones además de impactantes, son implacables, desde  el salvajismo del mercenario hasta el estado de shock de una madre que ha perdido  su hijo y trata de encontrarlo en un mundo tan cruel como falto de escrúpulos, y sus interpretaciones son tan auténticas que más que traspasar la pantalla, se te enganchan en la piel.

“Steppenwolf” un thriller de apenas algo más de 100 minutos, pero su impacto es demoledor. La crueldad, la falta de escrúpulos y la indiferencia ante la muerte son temas centrales, y cada uno de ellos es tratado con una crudeza que no busca adornar ni suavizar la verdad. Yerzhanov no necesita grandes discursos para transmitir la brutalidad; es más, es el silencio, la mirada vacía y los gestos inmutables de los personajes los que dicen más que cualquier palabra.

Recomendar Steppenwolf no es algo que se haga a la ligera. No es una película para disfrutar en el sentido convencional del término. Es una obra para ver, para reflexionar y para sufrir. Pero es precisamente esa capacidad de incomodar lo que la hace esencial. Adilkhan Yerzhanov nos entrega una película profundamente real, que explora lo peor de la humanidad de una manera que rara vez vemos en el cine moderno.

Si tienes la oportunidad de verla, prepárate para una experiencia que te dejará marcado. Steppenwolf es una de esas películas que te invitan a mirar el abismo, pero, como ya advertía Nietzsche, quien contempla el abismo debe tener cuidado, porque el abismo puede devolverle la mirada.